Era medio día y el viaje, me supuse, iba a ser corto. Con la mochila en la espalda, el ipod en el bolsillo, la cámara fotográfica con las baterías cargadas y con todas las ganas puestas comencé la pequeña travesía. Lo curioso del asunto es que no sabía a dónde iba ir a parar, eso lo sabría en el camino. Lo único que sabía era que me dirigía hacia el Sur. Estando en el bus a mi mente vino la palabra Cerro Azul, una playa ubicada a las afueras de Lima, exactamente en Cañete.
Un poco más de dos hora y estaría en ese lugar. Aproximadamente eran las tres de la tarde de un sábado del mes Julio del 2007, tardé unos minutos en darme cuenta de que el lugar tenía algo mágico, el letrero que daba la bienvenida ya me lo hacía suponer: Cerro Azul el lugar de los ensueños. La plaza de armas era pequeña y las casitas de madera aparentaban una nobleza sencilla como la de su propia gente. Ya había empezado a tomar unas cuantas fotos, pero necesitaba encontrar el mar; aún sabía que tenía que caminar un poco más. No me había dado cuenta y ya me encontraba en la orilla de la playa viendo a las gaviotas volar mientras el Sol a lo lejos me comenzaba a regalar un hermoso ocaso. Lo único que quería en esos momentos era capturar, con la cámara fotográfica, toda la sensación que estaba viviendo, no tenía técnica aún para ello, pero eso no me importaba.
Más de setenta fotos fueron suficientes. Recorrí el vetusto muelle de punta a punta, estuve sentado unos minutos en la parte final esperando la puesta del sol, la sensación era única; algo inexplicable que solo quería vivir en esos momentos mientras el sonido de las olas y las gaviotas me acompañaban a lo lejos. El paisaje de este hermoso lugar lo podría traducir en una palabra: Nostálgico. Pedí el deseo como corresponde antes que el Sol se vaya. Con todo lo que llevé, y con las fotos en la cámara, volví a Lima. Lo que descubrí en ellas me fascinó, las fotos habían guardado cada sensación que había vivido en ese lugar, tan solo me bastaba mirarlas para volver a sentirla. Luego de un tiempo las publiqué en Flickr, cuál sería mi sorpresa que a finales del año pasado me llegó un mail de Terra; habían visto las fotos y las querían publicar en un especial de turismo de fin de año. Les di el permiso y al cabo de unos días las fotos fueron publicadas en su web.
Una casualidad del destino llevó una cosa a otra; eso fue lo que sucedió y eso sirvió mucho para mí. En lo personal, jamás pensé que un pequeño viaje improvisado y mi pasión por la fotografía fuera reconocida por alguien. La fotografía representa para mí algo más que una afición, soy un autodidacta al respecto e intento disparar con la cámara a lo que sea, porque sé que hay algo que decir a través de una foto, mucho más de lo que uno pueda creer. Lo sigo y seguiré haciendo, pero no por esperar que alguien lo reconozca, sino simplemente porque hay una imperiosa necesidad dentro de mí que me obliga hacerlo, eso me hace feliz.
2 comentarios:
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